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Quiero educar desde el respeto, ¿Por dónde empiezo?

Dice Daniel Siegel en su libro ser padres conscientes que «el sentido que damos a nuestras experiencias infantiles ejerce una profunda influencia en la educación que reciben nuestros hijos»

Así que muchas veces cuando las familias con las que trabajo tanto en talleres presenciales como en talleres online como en asesorías individuales me dicen, «vale, Supercamuchita, muy bien pero ¿por dónde empiezo?. Pienso que podría ser una buena respuesta: empieza por tí, adulto. Por «girar el foco» y pensar:

Empieza por tí, adulto

¿Cuánto de mí hay en esta respuesta de mi hijo? ¿Cuánto de mí hay en esta situación que me ha supuesto un enfado?

¿Por qué he reaccionado de esta forma en este momento¿, ¿Cuántos miedos de mi infancia están aquí?, ¿Cuántas frases que escuché tantas veces de niño me marcan ahora?.

Cuando un entrenador de un deporte trata de preparar a su equipo para el próximo partido, sobre todo si el rival es complicado, dedica tiempo a conocer al enemigo, sus jugadas, sus jugadores, sus puntos fuertes, sus puntos débiles…

Y es que muchas veces, nuestros peores enemigos somos nosotros mismos, así que ya sólo con conocernos estamos un paso más cerca para la Victoria

Muchas son las investigaciones que establecen una relación directa entre la seguridad y el apego que los niños experimentan hacia sus padres y las experiencias infantiles de estos últimos. No sólo se trata de haber tenido una infancia feliz o una infancia complicada, sino de cómo poco a poco y a lo largo de nuestra vida, le vamos dando sentido a nuestras experiencias infantiles…

No por haber tenido una infancia difícil, estamos condenados a repetir las mismas interacciones con nuestros hijos. Con lo cual, esto es un mensaje esperanzador ya que, aunque hayas tenido experiencias infantiles complicadas, aunque tus padres te hayan etiquetado desde muy pequeño, aunque tengas algún trauma desde tu infancia, aunque es posible que la relación que establecieran contigo no fuera una relación respetuosa, es posible cambiar, no tiene por qué repetirse la historia.

Dale sentido a tu vida

Necesitamos dar sentido a nuestra vida, tanto nuestra vida pasada como nuestra vida presente. Necesitamos profundizar en el conocimiento de nuestra infancia, en nuestra vida adulta, también en la educación de nuestros hijos.

No cabe duda que cuando nos convertimos en padres, tenemos una oportunidad maravillosa para madurar como personas, y una oportunidad para analizar nuestras experiencias, los aprendizajes, las habilidades que necesitamos, cómo nos afectaron y nos afectan las herramientas educativas que usaron en nuestra crianza y podemos decidir qué cosas repetir y cuáles merecen ser modificadas.

Hay y habrá muchos momentos en los que nos invadirán inseguridades o miedos que se nos hacen inexplicables o desconocidos. Pasa muchas personas que no tuvieron un correcto acompañamiento emocional, les pasa que sienten auténtico pavor a las emociones intensas de sus hijos de modo que necesitan que acaben ya, aquí y ahora, no soportan el llanto, la tristeza ni el enfado y la frustración.

¿Qué puedo hacer?

1.- Es importante que comiences girando el foco para saber qué te ocurre, qué necesitas, qué te ha llevado hasta dónde estás ahora, cuáles son tus miedos, qué es lo que te preocupa, qué pensamientos son los que tienes y qué emociones son las que te abordan antes de gritar a tu hijo antes de tratarle como no te gusta han de reaccionar de un modo que después te hace sentir culpable.

2.-Comprende y acompaña la emoción. No significa que le aplaudas ni que estés desacuerdo, ni que dramatices más todavía. Tan sólo escucha y que sienta que es importante para tí escucharle.

3.- Cuida tu comunicación. Cuando quieras «corregir» trata de describir el hecho objetivamente sin «hacer sentir mal al otro». «Veo la habitación desordenada» en lugar de «eres un desastre», «Creo que has sido descuidado y se ha roto la pluma que te dejé», «eres un manazas, no te puedo dejar nada»…

4. Que tus palabras construyan, no destruyan.

El día de mañana cuando se enfrente a un reto, ante algo que le resulte complicado, queremos que pueda hablarse con respeto a sí mismo y trate de ser objetivo, no nos interesa que se hable con desprecio o con abatimiento como «Yo no puedo», «Esto se me hace grande».

Cuando hablamos de los mensajes que escuchamos en nuestra infancia y cómo nos afectan en la actualidad en los talleres casi todos los participantes tienen muchos ejemplos que a día de hoy resuenan en sus cabezas… «tu hermano es mejor que tú», «eres lento, debes hacerlo más rápido», «no vas a llegar lejos, eres un vago»… Y también cosas como «está bien, pero no suficiente», «puedes hacerlo todavía mucho mejor, recuerda», «eres un chico de 10 con un ocho, no es suficiente» y las familias que escribían esto reconocían, aunque incluso alguna no lo había pensado nunca hasta este mismo momento, que esas palabras resuenan dentro de ellos cuando se enfrentan a un reto y ejercen de presión, las ha impulsado en su vida a obsesionarse con la perfección, «bueno, nunca es lo bastante bueno» y explican que esa actitud es ciertamente incompatible con la «felicidad«.

Así que aquí tienes la clave para empezar: 1 gira el foco, 2 acompaña emociones y escucha a tus hijos y 3 utiliza una comunicación positiva que aliente y anime al cambio, a la búsqueda de soluciones y al aprendizaje constante.

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